Un grupo, el que responde al jefe de Gabinete Alberto Fernández y entre los que se destacan algunos ex sindicalistas y funcionarios, vería con buenos ojos un proceso de "Argentinización" de Aerolíneas Argentinas. Un esquema parecido al de YPF donde empresarios argentinos bendecidos por el gobierno ingresan en el capital de la empresa. Las miras apuntan, por supuesto, a 2 ó 3 empresarios a los que les sería funcional ingresar, con apoyo oficial y algún que otro subsidio, en la línea aérea más grande de la Argentina.
La otra línea, la que representan Julio De Vido y Ricardo Jaime, ministro de Planeamiento Federal y secretario de Transporte, respectivamente, y hombres de Néstor Kirchner, alentarían alcanzar un acuerdo con los actuales dueños de Aerolíneas -el Grupo Marsans- donde el Estado se haría, por ahora, con el 20% del capital de la empresa. El tema ahora es cómo y por cuánto.
Es obvio, lo que no quiere decir que el conflicto haya sido necesariamente armado, que el mismo termina por ser funcional a ambas posturas: por un lado baja el valor de la empresa y por el otro genera un clima favorable para cualquier tipo de intervención. Esto lo destacó con todas las letras el editorial del sábado de La Nación, cuando señaló que "esto puede responder a una estrategia perfectamente diseñada que busca dañar la imagen de la compañía aérea, desprestigiándola en el ambito local e internacional con el fin último de que vuelva a la órbita del Estado o se asocie con algún empresario cercano a las actuales autoridades nacionales".
Ambas líneas dentro del Gobierno se consideran con derecho a intervenir en el tema Aerolíneas. De hecho la Presidenta los convocó y conminó a solucionar el problema cuando estalló la crisis: Alberto Fernández, porque es quien maneja las relaciones del Gobierno con España y los empresarios de ese país y De Vido y Jaime porque AR está dentro de sus responsabilidades. Algo así, desde el punto de vista de Cristina Fernández de Kirchner, de una dependencia "Política" y una dependencia "Funcional".
Un ejemplo de este internismo lo sufrieron en carne propia los directivos de Aerolíneas cuando fueron convocados de urgencia al despacho de De Vido y Jaime para una reunión a las 10, y también con premura a otra -ese mismo día- pero a las 13 en el despacho de Fernández, en este caso acompañados por Gonzalo Pascual y Gerardo Días Ferrán -únicos dueños del Grupo Marsans- que habían llegado esa mañana a Buenos Aires. Esta última reunión no habría sido obviamente del agrado de De Vido y Jaime, y mucho menos cuando hábilmente Fernández hizo circular a través de las agencias de noticias un comunicado de prensa en el que dejaba trascender que se estaba ocupando personalmente del tema Aerolíneas.
Otro actor importante en esta historia sería Hugo Moyano, convocado de urgencia a Olivos el domingo 13 por Cristina a sugerencia de Alberto Fernández, para que los ayude a poner en caja a los gremialistas y avanzar hacia la tan ansiada paz social. Sin duda una oportunidad para Moyano de posicionarse como indispensable ante el nuevo gobierno y ante la interna sindical que amenaza con correrlo del sillón que ocupa en el edificio de Azopardo.
Sin embargo el riesgo para Moyano es alto. Además de la presión constante que recibe de su rival Luis Barrionuevo, algunos de los gremios más fuertes que militan en Aerolíneas ya no estarían tan dispuestos a cerrar filas detrás del dirigente camionero. Supuestamente no le perdonan no haber apoyado a Ricardo Cirielli a sostenerse dentro de la estructura del gobierno.
Esta semana la Presidenta habría recibido a los dueños del Grupo Marsans, a los que les reclamó una empresa seria y mayores inversiones, según los medios. Pascual y Díaz Ferrán le habrían contestado que necesitaban que el Estado actuara de garante frente a los gremios. Esa misma tarde ambos directivos se reunieron con De Vido y Carlos Tomada, ministro de Trabajo, para armar una mesa de diálogo con los gremios, con el gobierno como mediador. Este martes habrían comenzado a desfilar por Trabajo cada uno de los gremios y, por separado, los directivos de la empresa en la Argentina.
Un tema que aún hoy no fue aclarado es por qué las fuerzas de seguridad -PSA, Policía Federal, Gendarmería- demoraron tanto en actuar o no lo hicieron preventivamente cuando se inició el conflicto la otra semana. De haber actuado a tiempo y parado a los pasajeros más violentos no habría habido agresiones a los empleados y por ende no se habrían producido los actos de vandalismo que el periodismo mundial se ocupó de mostrar. Quienes cuestionan este accionar de las fuerzas de seguridad o más exactamente a sus responsables, ponen como ejemplo lo que pasó ese mismo día en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Acostumbrados a los conflictos en los mostradores de Aerolíneas, las autoridades españolas dispusieron con carácter disuasivo la presencia reforzada de la Guardia Civil, lo que evitó cualquier tipo de desmán.
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